domingo, 21 de octubre de 2012

Domingo, por la mañana...




Hacia frío, las sábanas frescas, me envolvían sutilmente.
Aún no despertaba por completo, cuando senti tu lengua
recorriendo mi cuello, mordiste levemente mi oreja, y susurraste:

 
-Te deseo.

No sabía si estaba soñando o si de verdad estabas ahí
recorriendo mi sexo húmedo con tus dedos amaestrados,
tu piel ardiendo bailando con la mia.

Seguiste el recorrido intenso del deseo.
¿Te gusta que te despierte así?-añadiste.
¡Si! me encanta.
 Y la intensidad de tus besos y tus mordidas aumentó, aquella necesidad
compartida por nuestros cuerpos era infinita.

Habíamos hecho el amor toda la noche, los párpados pesaban, las fuerzas se agotaban,
pero el deseo no era saciado.

Voy a enloquecer "X", me volveré adicta a tí, a tus caricias, tu forma de poseerme,
a tus labios, tu lengua asesina...¡Ahhhhh!

Las sensaciones iban y venían en un oleaje salvaje de latidos.Tu lengua reaccionaba
con más efusividad entre más hablaba, más te excitabas.

Quiero que seas mía una vez más, mi preciosa Violeta.
Imposibilitada para emitir una sola frase, solo pude balbucear-Tómame.

Me colocaste de lado y te postraste detrás de mí...
y me penetraste.Mi vientre reaccionó, reconoció al dueño de sus más oscuros deseos
y lo recibió entre humedades. Eres deliciosa, amor- entre gemidos repetiste-deliciosa,
deliciosa. Tu pelvis golpeaba contra mi trasero, mientras tu  sexo se humedecía con el mío...

En un acto frenético me colocaste a cuatro y sin previo aviso penetraste mi culito.
Correte dentro de mí, amor-grité-quiero sentir que te llevo dentro.

Estaba a punto de desvanecerme, las piernas me fallaban, me faltaban fuerzas,
una sesión tan intensa como la de aquella noche, estaba acabando conmigo, sin embargo
no queria que salieras de mí. Deseba tenerte, sentirte ahí en mi interior, como si fuera un
estado natural, tu y yo, convertidos en uno.
Sin embargo el momento se acercaba, gemiamos, gritabamos, mientras el dentro y fuera 
de tu pene tan duro se volvía frenético.

¡Voy a correrme amor!-gritaste mientras sujetabas mis caderas y me penetrabas con más fuerza.

Sentí como estallabas dentro de mi y súbitamente desfalleciste.

Un momento después, agotado sobre mi , me besaste la nuca, el cuello, la espalda.
El sol ya asomaba por las persianas. Nosotros detrás de ellas caimos en
un sueño profundo.


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