lunes, 16 de julio de 2012

Miedo...




Recuerdo haber tenido muchos miedos de pequeña, ya saben...el monstruo debajo de la cama, al closét medio abierto, las sombras reflejadas en la ventana.

Siempre tuve miedos...y cuando te conocí supe que serías parte de esos miedos.

Desde el instante que cruzamos miradas, temí a tus desgarradores ojos tristes, a tu boca amplia, a tus manos firmes y tu inestabilidad.

Temia besar tus labios, sentir tu lengua dentro de mi boca, de tus dedos en mi entrpierna y tus dientes en mi cuello. Y debo confesar que no solo tenia miedo de tí, conserve mis temores infantiles a las tormentas, a los payasos y a la oscuridad inmensa.

Sentí miedo de ser tuya y de que tu nunca fueras para mi...
ahora mismo viene a mi mente que siempre tuve el miedo a ser sorprendida masturbandome, en aquellas tardes en que papá salía al parque con mamá..o en los sanitarios del colegio, mientras todos jugaban en el patio..

Pero aquella noche mientras pedías que me masturbara frente a tí, no sentí temor alguno y en lugar de esa sensación de vértigo, una oscura y misteriosa fuerza me sujetó y caí presa.

Desnuda y recostada en la cama, tu de pie observando como mis manos rozaban mi piel sensible, tocando mis pechos, estremeciendo mis pezones...
bajando lentamente por mi abdómen hasta encontrarme con mi húmeda vagina.

Un leve gemido salió de mi garganta, tu seguías de pie, acariciando tu sexo.
¡Dios sabe que jamás sentí tanta excitación! introduje un dedo en mi oscuridad a petición tuya, mi cuerpo reaccionó y mis caderas siguieron un ritmo cadencioso. Tu mano siguió ese ritmo arriba y abajo.

Te acercaste a mi sexo...sacaste mi dedo y lo lamiste lentamente. Hasta ese instante jamás había presenciado acto más perverso que el que estaba entre mis piernas, la pornografía, las películas ardientes no se comparaban con tu boca pidiendo mis dedos húmedos saliendo de mí.

Momentos después tu lengua no soportó ser solo espectador...comenzaste un recorrido exquisito y mi mano retrocedió dando espacio a tu ansiosa boca.

Lamiste, chupaste, te adueñaste de esa manera tan tuya de poseer mi pequeño clítoris..

Y en ese instante descubrí que la noche se parecía a tus ojos y tu lengua era similar a las tormentas que siempre temí.

Así que armada de valor, conjugué tu tormenta y tu noche y entre mis piernas, entre orgasmos y sábanas húmedas y abrazos eternos superé esos temores infantiles..

Pero también me dí cuenta que la noche y las tormentas no duran por siempre ...


No pude dormir...un nuevo temor surgió...como una daga fría en el pecho, te miré...
cerré los ojos, de súbito amaneció...

La falsa calma había regresado y en mi cama la noche desapareció.


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